Cuando tenía 13 años empecé a hacer galletas.
No por negocio, ni por reto… solo porque me gustaba. Las llevaba a reuniones, se las daba a mi familia, y todos parecían felices (o al menos hacían como que sí).

Años después, en un viaje a Nueva York, probé una galleta que estaba absurdamente buena. Algo me hizo clic. Volví a México y no me la podía sacar de la cabeza.

Entonces intenté hacer una parecida. Fallé. Luego fallé otra vez.
Y después de muchos intentos, risas, galletas feas y unas medio crudas… algo salió bien.
Había creado mi receta.

Empecé a compartirla. Luego a venderla. Y sin darme cuenta, las galletas ya no eran solo para conocidos.
La cosa empezó a crecer.

Así nació NY Crumbs. Sin un gran plan, sin inversores, sin drama. Solo con ganas de hacer galletas que valieran la pena y te dejaran pensando: "quiero otra."

Si estás leyendo esto, gracias por darte la vuelta.
Y si quieres probar, aquí va algo para que empieces:

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Eso es todo. No hay letra chiquita. Solo galletas.